enero 16, 2015

Tu boca

Hace tiempo que no subo un poema, pero hoy me sentía inspirada, y así ha nacido Tu boca, espero que os guste. Por cierto, sólo quedan unos días para que Perderme en ti llegue en papel, el 4 de Febrero estará en todas las librerías en una edición preciosa, ¡qué ganas!




Tu boca

Es tu boca mi horizonte,
mi destino elegido, mi norte,
el rincón perdido de mi alma.

Es tu boca el sosiego del mundo,
el calor del invierno
el alivio a mis llagas.

En tu boca se pierden las horas
y se prenden las ascuas.
Es esa ola que me arroya,  
me lanza contra las rocas,
irascible, desbocada.

Que me sube a los cielos
y me deja que caiga.
Que me lame las heridas
mientras otras me rasga.

Esa es tu boca,
mi sino, mi destino
mi norte, mi muro, mi espada.

Tu boca tan cálida y dulce,
a veces rabiosa, otras descarada.
Capaz de las palabras más tiernas
y la peor de las infamias.

Esa es tu boca,
el origen de los susurros
y los suspiros del alba,
el pozo de los deseos
donde se ahogan mis llamas.

Esa es tu boca,
mi cárcel, mi almohada.

enero 06, 2015

Querido padre

     Con todo mi cariño para mis Caperucitas os dejo este regalo de Reyes, haber pasado la noche trabajando ha hecho que se retrase la entrega, pero dicen que nunca es tarde si la dicha es buena, y este regalo, en concreto me lo habéis pedido muchas veces. Es un pequeño relato en voz de Martin Robinson protagonista de mi serie Entre Vampiros, breve, pero intenso, y espero que lo disfrutéis mucho Caperucitas y Lobos. Ah, y quiero saber qué os ha parecido 😉




“Querido padre;
Se me hace raro estar escribiéndole esta carta, sobre todo porque me enseñó que en esta larga existencia que nos ha sido concedida debemos ser lo más rigurosos posibles, ceñirnos a la realidad. Y sin embargo hoy, esta noche, me dedico a hacer todo lo contrario, a redactar estas palabras que sé que jamás leerá. Y lo hago por ella, por Anna, ella es quien me ha convencido de que será bueno para mí, para ambos de algún modo.
¿La recuerda? Seguro que sí. Anna es así, es inolvidable. Ella, la joven que trajiste hasta mí sin saber lo importante que sería en nuestras vidas. Dínorah, la elegida. Aunque cada vez que me mira con esos brillantes ojos verdes siento que el elegido fui yo, el afortunado dueño de su amor incondicional.
Parece que hubiese adivinado que escribo sobre ella, padre, acaba de dedicarme una de sus preciosas sonrisas, desde su posición, arrodillada en la alfombra de lana roja, colocando regalos bajo el árbol, un árbol con tanto colorido que sobrecogería al mismísimo espíritu de la Navidad.
                Me gustaría tanto que la conociese, que conociese a la reina que se ha convertido, pero sobre todo a la madre entregada y amorosa. Si viese el afán con el que ha dormido a Sarah y a Carlo, nuestro pequeños parecían tener pilas alcalinas, de esas que duran y duran sin fin. Sí, padre, tiene dos nietos, los “filii dea” (hijos de la diosa) como les llama todo el mundo vampiro.
Anna pretendía dormirles pronto y así poder prepararlo todo para que disfruten como dos niños humanos de su Día de Reyes. Al parecer es una costumbre española de la que no tenía el menor conocimiento, me pilló completamente por sorpresa la primera vez que animó a nuestros pequeños a colocar agua para los camellos junto al árbol, tres tazas de leche y tres bollos en la mesa para los “Reyes”.
Resulta gracioso, que al final realmente los bollos fuesen comidos por reyes, o más concretamente por una reina, la reina vampira de Gran Bretaña.
Estoy convencido de que nuestros pequeños le adorarían padre. Carlo es su viva imagen, madre dice que se le parece mucho físicamente. A penas tiene dos años pero es todo un carácter. Le encanta desafiar a su hermana, a su guardián Yatsu, a la señora Merlon y a quien se tercie. Aún no ha mostrado signos de poseer el mismo don que Sarah, el de canalizar la luz del sol y desconocemos si lo hará algún día o por el contrario carece de él, aunque tampoco nos importa demasiado.
Nuestra pequeña es muy protectora con su hermanito, ha cumplido siete años y está hecha toda una mujercita, Anna dice que se me parece en la forma de ser, pero yo pienso que se refiere a que está muy rebelde y cabezota, como lo era yo, ¿recuerdas padre? Siempre me reprendías por ello, por mi afán por saltarme las normas. Hoy soy yo quien trato de hacerla ver cómo funciona el mundo, nuestro mundo, aunque intentando no asustarla pues es muy pequeña aún y quiero que sea feliz. Quiero que ambos sean felices, que crezcan sin miedos y que conozcan los peligros que les rodean, los que les acecharán, a su debido tiempo.
Me hubiese gustado tener una infancia como la que estamos ofreciéndole a nuestros hijos. Como la que espero poder ofrecerles hasta que crezcan. Y no piense que estoy reprochándole nada, padre, por supuesto que no lo hago, sé que lo hizo lo mejor que pudo, lo mejor que supo, para protegernos. Pero con el tiempo me he dado cuenta de que se equivocó y cometió errores que pagó demasiado caro. Que pagamos, demasiado caros.
Por eso me haría muy feliz que conociese mi vida actual. Que a pesar de haberle desobedecido al rechazar el matrimonio con la hija de Aixa para consolidar la estabilidad de nuestro pueblo, la he conseguido a base de trabajo duro, de recibir cada noche a decenas de vampiros, oír sus demandas y atenderlas en la medida de lo posible. De organizar una jerarquía en la que la antigüedad no es la cúspide, sino el respeto a las normas impuestas por su rey. Pero sobre todo al ofrecerles una reina a la que han llegado a amar casi tanto como lo hago yo mismo, porque ha ganado con sangre ese lugar en su corazón. Ojalá pudiese verlo, vivirlo, sentirlo, aquí a mi lado.
Pero es imposible. Hace ya ocho años que se marchó, ocho años que son un abrir y cerrar de ojos en nuestra larga existencia pero que se han convertido en demasiado largos en su ausencia.
Sé que estará orgulloso de mí, padre, porque le conozco, conocía al padre amoroso que se escondía bajo esa férrea fachada. Como sé que sea lo que sea lo que nos espere al final, volveremos a encontrarnos, y entonces, como mi esposa me ha enseñado, no contendré el abrazo y el beso que tanto ansío darle.

                                                                                                                                                         Con cariño, su hijo.
                                                                                                                                                                             Martin Robinson”



Doblo las cuartillas de papel y las introduzco en el sobre, paseo la lengua por la solapa y lo cierro con una  inexplicable sensación de alivio. Como si dejas un gran peso atrás.
Anna se incorpora de la alfombra donde ha terminado de colocar el último de los regalos y camina hasta mí. Me mira con ojos curiosos, la luz de la chimenea prendida en el salón arranca brillos anaranjados en su cabello rubio, está tan hermosa que es un pecado no mirarla. Estamos en nuestro refugio, en la pequeña casita de Kelso, los cuatro a solas. Los cuatro y los inseparables guardianes que nuestros hijos, los gemelos Satsu y Yatsu, que custodian el perímetro, aunque se encargan de hacerse invisibles, como solo ellos saben hacerlo. Los niños duermen hace rato, juntos en la cama de matrimonio.
-          ¿Ya has terminado?
-          Sí, aunque no estoy seguro de que haya sido una buena idea.
-          ¿Por qué no?
-          Escribirle remueve sentimientos, los sentimientos hacen daño…
- Tenías muchas cosas que decirle, cosas que necesitabas escribirle para sacarlo de dentro. Los sentimientos nos mantienen con vida, Martin – corrige aproximándose peligrosamente a mí, se sienta en mi regazo y me mira, puedo leer la preocupación en sus ojos, preocupación por mis sentimientos. Sólo ella sabe cuán culpable llegué a sentirme por desobedecer a mi padre, como también sabe que lo haría una y mil veces por estar junto a ella. La luz del fuego se refleja en su mentón, en su cabello, en la siluetas de su maravilloso cuello… Me besa muy despacio. Paladeo su beso, adoro el sabor de sus labios, de su boca, y creo que ni en toda la eternidad me cansaré de besarla.
-           Yo teóricamente estoy muerto – bromeo.
-          Sabes que no me van las teorías, soy más de práctica – sugiere con picardía, enarcando una de sus delineadas cejas rubias. Me enciendo. Noto cómo se me endurece la entrepierna ante la mera insinuación del tono de su voz. Ella también lo percibe bajo sus nalgas -. Me han llegado rumores de que el rey de Gran Bretaña es un lujurioso insaciable.  
-          No imaginas hasta que punto esos rumores son ciertos, nena – digo tirando del jersey de lana que se atreve a ocultar su maravilloso cuerpo, hasta sacárselo por la cabeza. Y le hago el amor sin prisas, sé que si alguno de los pequeños despertase percibiría el cambio en el palpitar de sus corazones. El delicioso sabor de su sangre vuelve a inundar mi cuerpo, y siento como me regenera, como me purifica, cómo me llena de vida. Consciente de que su amor me regalará un día más de luz, me permitirá jugar con nuestros pequeños bajo los rayos solares.

No necesito nada más, no ansío nada más, que tenerles a mi lado, para siempre.

El Príncipe de Hielo

            Dos años han pasado desde que publiqué Mi propio Turco de Telenovela, una novela que me ha dado muchas alegrías, una novela con ...